Con el brazalete negro en memoria del Aitona de Jon y tras un minuto de silencio, el árbitro puso la bola en juego. Las expectativas de ganar no eran buenas y así lo demostró el marcador desde el inicio del encuentro. Pero a pesar de ello, una buena defensa y mucho fallo del contrario, no permitió al visitante distanciarse en demasía.
Sin embargo esta escasa distancia duró apenas un susto, que rápido se convirtió en un espejismo.
El juego interior que predominó en el primer período, fue sustituido por consecutivos balones entregados al contrario, dejando el partido sentenciado.
En los 10 minutos de reloj corrido que duró este tiempo, el balón tan solo tocó el aro local en apenas una ocasión y no logró entrar. Esto sumado a los consecutivos contra-ataques de Villalba, nos llevaron al descanso con una única canasta de Jon en nuestro haber, y a 4 puntos de que nos cerrasen acta.
La reaunudación del partido fue todo un poema. Sin defensa, sin rebotes y sin ataque el cierre del acta fue automático. A partir de ahí y hasta el final, el desanimo cundió tanto en la pista como en el banquillo.
A pesar de todo, cuando ya daba la sensación total y absoluta de abandono del partido por parte de los jugadores de la Paz, un resurgir les hizo entrar de nuevo en pista para hacer lo que no habían sido capaces en los 5 períodos anteriores.
Cortes de balón, pases, contra-ataques y jugadas convertidas en canasta, les llevó a ganar este último periplo. Tarde, pero al menos pusieron una nota de color en un partido bastante anodino.
Por Vicky Otero